Cuando estás por empezar un negocio gastronómico, ya sea un negocio de comida, una marca personal o un emprendimiento, es fácil querer llegar a todos.

La ansiedad del comienzo te hace pensar que cuanto más abarques, mejor te va a ir. Más seguidores, más visibilidad, más alcance… más de todo.

Pero no funciona así. O por lo menos, no al principio.

La emoción de empezar (y el riesgo de querer correr sin saber caminar)

La motivación inicial es poderosa. Tenés una idea, un producto, un servicio… y lo querés compartir con el mundo. Es normal. A mí también me pasó. Pero si quieres impactar en diez cuadras, diez barrios o diez mil personas, primero debes probar en tu propia vereda. Si no lo haces, es probable que te sientas frustrado.

Pensalo así: si vendés pan, ¿qué sentido tiene invertir en publicidad masiva si tus propios vecinos ni saben que lo hacés? ¿Qué pasaría si tu pan no gusta, si tiene fallas, si podés mejorarlo? ¿Y si ya tenés un producto excelente, pero no sabés cómo comunicarlo?

Antes de pensar en expandirte a todo el barrio, si estás por empezar un negocio gastronómico, primero ganate tu cuadra.

Aprender vendiendo, no solo vendiendo

Tu cuadra es más que un punto de partida: es tu campo de entrenamiento. Tus vecinos son tus primeros testers.

No necesitás un “focus group” de marketing: necesitás saber si doña Marta te dice “me gustó, pero está muy salado”, o si el chico del almacén te pregunta “¿no hacés también de masa madre?”.

Ahí aprendés a vender. Aprendés a escuchar, a ajustar, a mejorar tu producto, a entender al cliente, a conversar, a contar lo que hacés sin sonar desesperado ni vender humo.

Y cuando ya no podés vender más en tu cuadra, pasás a la de al lado. Después a la siguiente. Y así. Tu experiencia crece junto con tu alcance. No al revés.

La canilla abierta y el agua que se desperdicia

Imaginá que abrís una canilla a tope, pero abajo solo tenés una tacita. El agua rebalsa, se pierde, se desperdicia. Eso pasa cuando tratás de abarcar más de lo que podés manejar.

Lo mismo le pasa a muchos emprendimientos que arrancan a mil y se estrellan a los pocos meses: quieren ofrecer de todo, llegar a todos, tener redes perfectas, ofrecer delivery, take away, catering y clase de cocina… todo junto, sin estructura, sin base.

En cambio, si controlás el flujo —si vas paso a paso— no solo evitás el derrame: aprovechás mejor cada gota.

¿Y qué tiene que ver esto con tu marca personal?

Mucho más de lo que creés.

La marca personal no se construye con slogans bonitos ni posteos inspiradores. Se construye en la realidad: en el día a día, en la manera en que trabajás, hablás, ayudás y vendés. Se construye en la confianza que generás. Y eso arranca con las personas que tenés más cerca.

Si estás construyendo tu marca personal como cocinero, mozo, pastelero, barista, emprendedor gastronómico o lo que sea… empezá con lo que tenés a mano.
No quieras ser el nuevo referente del rubro en Instagram si ni tu equipo sabe qué valorás, cómo pensás, o por qué hacés lo que hacés.

Hacete visible en tu entorno primero. Construí credibilidad ahí. Después podés pensar en escalar.

Empezar chico no es pensar en chico

Este es el punto clave. Empezar por tu cuadra no significa que te vas a quedar ahí. Significa que estás siendo inteligente y estratégico. Estás respetando el proceso, aprendiendo lo que necesitás aprender, y construyendo una base sólida.

No estás evitando crecer. Estás aprendiendo cómo crecer bien.

Como cuando amasás pan: si no dejás reposar, si no respetás los tiempos, si apurás el horno, puede parecer que crece… pero se desinfla. Y además, no alimenta a nadie.


Entonces, ¿por dónde vas a empezar?

Si estás leyendo esto y tenés un proyecto en mente, una idea que querés mover, o estás tratando de hacer crecer tu carrera, te dejo esta pregunta:

👉 ¿Cuál es tu cuadra hoy?

¿Tu grupo de trabajo? ¿O los compañeros de cocina? ¿Tus clientes actuales? ¿Tus seguidores más fieles?

No hay fórmula mágica para empezar un negocio gastronómico, pero hay caminos más inteligentes que otros

Empezá por ahí. Vendé, preguntá, mejorá, volvé a intentar. Que lo aprendido ahí sea la base para llegar más lejos mañana.

Y cuando sientas que ya no tenés más para aprender en esa cuadra… entonces sí: agarrá la bici, y pedaleá a la siguiente.


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Nos leemos pronto.
Marcos ✍️

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Foto de Malidate Van


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